Por. Dra. Ingrid Broitman, Nutricionista y Consejera en Lactancia Materna
Nace un bebé y la primera hora de vida tiene vital importancia para el recién nacido. Le hacen un sin fin de pruebas, le ponen gotas en los ojos, le insertan tubos por arriba y por abajo para asegurarse que todo anda bien y lo envuelven cuidadosamente para que no pierda calor.
Si nació por parto vaginal, podría tener la suerte de irse con su mamá, y si no, lo acomodan un par de horas en la incubadora para asegurarle calor. Si vino al mundo gracias a la cesárea, seguramente lo único que recibirá de su madre es una rápida mirada antes de irse con un familiar o a una incubadora mientras mamá espera una(s) horas en recuperación antes del verdadero encuentro.
La extraordinaria primera hora de vida es de gran importancia y no exactamente por todo lo anterior. Tiene gran valor si se mantiene al bebé y a la madre unidos desde el nacimiento.
El contacto piel a piel desde el nacimiento trae grandes ventajas que han sido subestimadas durante años y sustituidas por los protocolos y la medicalización del parto.
Estas ventajas aseguran un mejor inicio de vida y un buen comienzo en el proceso de lactancia materna.
Cuando un bebé nace, sus instintos naturales lo mantienen alerta. Busca a su madre con la mirada para hacer el primer contacto (por esta razón se debería solicitar atrasar un par de horas la aplicación de gotas). Estas primeras miradas permanecen fuertemente arraigadas en la memoria de la madre y el bebé y es el inicio del vínculo afectivo.
A pesar de que el bebé pueda encontrarse cansado por el trabajo de parto o parcialmente anestesiado, seguramente, si se mantiene en contacto piel a piel con su madre, boca abajo y cubriéndole su espalda con una frazada para que no pierda calor, mantendrá su temperatura sin ningún problema. El cuerpo de la madre es la mejor incubadora que existe.
Mientras un bebé permanezca en el seno materno aunque no haya iniciado el amamantamiento, mantendrá niveles de estrés mucho menores que un bebé que se encuentra solo y sus instintos de supervivencia lo alertan. Sentirse desamparado genera una cascada hormonal que podría influir en sus niveles de azúcar en sangre y provocarle hipoglicemia. El único lugar en donde un bebé se siente confiado es cerca de lo que conoce, el cuerpo y olor de su madre.
Si la mujer está acostada, su bebé sobre su cuerpo y los senos disponibles, el bebé generalmente buscará el pecho en los siguientes 60 minutos. Si se le permite que lo haga solito y guiándose por el olor de sus manos llenas de líquido amniótico similar al olor del pezón (un bebé nunca debe ser bañado cuando nace) lo encontrará e iniciará la succión de la forma ideal. Abrirá mejor su boca y acomodará mejor su lengua. De esta manera se inicia la lactancia con éxito. Al mismo tiempo las contracciones uterinas que las primeras mamadas generan, ayudan a que este órgano regrese más rápido a su tamaño original y las hemorragias sean menores.
Por el contrario, si el bebé es separado de su madre es posible que reciba alguna leche artificial y cuando finalmente se encuentran algunas horas después, estará dormido y con poco interés para mamar. Si la leche se ofreció en biberón, se arriesga el correcto agarre del bebé al pecho lo que puede desencadenar dolor en los pezones, mala técnica de amamantamiento y pobre succión de alimento.
Un bebé que mama desde el inicio, recibirá el preciado calostro que lo protegerá de un sin fin de afecciones y sabrá con certeza que la leche, el calor y la seguridad están sólo junto a su madre.
Protejamos y exijamos estar con nuestros bebés durante la primera hora de vida.

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