Príapo, el dios maldito con un falo gigante que adoraba la población rural


Príapo era una antigua divinidad grecoromana que se representaba como un pequeño hombre barbudo, normalmente un viejo, con un pene desproporcionadamente grande. 

Su mayor presencia estaba en el mundo rural, puesto que era el símbolo del instinto sexual, de la fecundidad masculina, y el protector de las huertas y jardines.

En este sentido, la población rústica empleaba este deidad y sus representaciones como fórmula mágica para neutralizar el mal de ojo contra la envidia de las personas y para potenciar la sexualidad.

Según la mitología griega, Príapo era hijo de Dionisio, dios del vino y el éxtasis, y de Afrodita, diosa de la belleza, el amor y el deseo.

Esto es, el resultado de los dioses más desinhibidos del panteón clásico. No en vano, otras leyendas le achacan su paternidad a Hermes, Pan, Zeus e incluso Adonis.

En esta versión, la diosa quedó embarazada de su antiguo amor durante uno de sus viajes a la India, sin que Dionisio lo supiera nunca.

Como castigo por engañar al ingenuo de Dioniso, Hera –hermana y esposa del dios Zeus– castigó su falta de compromiso maldiciendo al fruto de su relación extramatrimonial.

A causa de los celos de Hera, Príapo fue condenado a tener su falo siempre en erección y, lo que es más grave para el dios del instinto sexual, a no poder reproducirse (otras versiones dicen que su maldición era a no ser amado por ninguna mujer).

Hoy, de hecho, se denomina priapismo a la dolorosa enfermedad que provoca la permanente erección del pene sin apetito venéreo.

Se considera que una persona sufre de priapismo cuando el pene se encuentra en un estado de erección sin estimulación física y psicológica durante un largo periodo (varias horas).

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